domingo, 1 de julio de 2007

EL JUEZ POLACO

Cuando están todavía cerca los ecos de la celebración del Europride en Madrid, la fiesta europea del orgullo gay, y continúan llegándonos noticias de las estupideces que están pasando en Polonia, un digno país gobernado por unos hermanos que se reparten las funciones del poder para retrasarlo política y socialmente, sorprende que en España un juez entorpezca un procedimiento de adopción a un matrimonio con base en su propia concepción moral, sin sujección a unos mínimos estándares de aplicación de la ley.

EL JUEZ POLACO

Polonia, el país de los gemelos locos, que escandaliza a toda una generación de liberales, se ha despertado esta semana fuera de sus fronteras. Hasta la misma Murcia llega la ola de homofobia que salpica Europa. Un juez, primo hermano de los gerifaltes del neorégimen de Varsovia casi seguro, lleva un largo tiempo impidiendo que dos mujeres casadas sostengan su natural derecho a la maternidad compartida, con arreglo a las leyes de nuestro país. Una niña nacida de una de ellas, mediante la inseminación artificial, está siendo tratada benevolentemente por este servidor público al impedir que la cónyuge de la madre biológica acceda a la maternidad de la criatura. Es el concepto moral de la familia normal que tiene el sujeto en cuestión el que somete a esta perversión a este matrimonio de mujeres que han decidido ser madres. La pena es que el juez es de aquí.

Las trabas que ha puesto en el procedimiento, que desde la reforma del Código Civil es simple y eficaz, son muchísimas. Incluso ha designado a la Dirección General de la Familia de Murcia para que defienda el interés de la menor, cuya adopción absolutamente racional pretende la cónyuge de la madre biológica, para compartir una maternidad que ya ejerce desde el nacimiento. Pide el consenso de todos los psicólogos para que se pronuncien sobre la normalidad de la situación y se preocupa especialmente de la tendencia que la niña pueda tener en el futuro hacia la homosexualidad, dado el patrón en que se criará con sus dos madres.

Lo insólito es que este juez de pacotilla, martillo de herejes, sostenga con pobres argumentos jurídicos una posición moral de carácter individual y confunda la normalidad con lo común. Una familia es tan normal como otra con independencia de lo que corresponda determinar a un simple juzgador. Otra cosa es que sea menos común, menos frecuente, menos cotidiana, extremos que nada tienen que ver con la normalidad jurídica de una relación que, en cuanto a su ámbito e intensidad, se rige por lo que las partes de esa relación decidan y, en cuanto a su virtualidad jurídica, se definen en plenitud de derechos por las leyes que las permiten y avalan.

El Tribunal Superior de Justicia de Murcia investigará el asunto por si deduce responsabilidad del juez. Antes, en 1987, este juez tan poco normal, ordenó detener a dos chicas por hacer top-less en una playa de Chiclana. Pasaron tres días en el calabozo para ser después lógicamente absueltas de la inexistente falta de escándalo público que este sujeto de derecho, rayano en el esperpento, les imputó en la detención. Se cumplen ahora veinte años de aquel suceso. Seguramente celebrará la efeméride con esta nueva coz jurídica.

Nadie obliga a este juez a casarse con un hombre y adoptar. Si su moral se lo impide, no puede ejercer el poder que le confiere el pueblo para impedir la aplicación de la ley a quien no se sujete a su credo. La cuestión es simple: ha de servir a la ley, no servirse de ella. Si no le gusta, me comentan que hay plaza en el juzgado de Czestochova. Que corra antes de que también allí gane la dignidad.

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