sábado, 14 de julio de 2007

SIN AIRE

Es absolutamente cierto que, en estos momentos, no tenemos aire acondicionado en mi casa y estamos pasando un tremendo calor. Podéis suponer lo díficil que se hace en este Sur quemante pasar los días recalentados con dos criaturas nerviosas que padecen rigores mercúricos de una dimensión extrasensorial. Pero no es menos cierto que estar así, sin aire, ha supuesto una excusa para escribir, aprovechándose de una metáfora imposible, sobre otras averías y esperas: las de las personas, que cuando se averían se decepcionan y cuando esperan se desesperan. Este artículo, que publica Diario Córdoba en la columna semanal, habla de máquinas estropeadas pero también de personas que, al final, no pierden la esperanza.
Sin aire
Será este calor que nos machaca el que me tiene loco pero no ha sido mi imaginación. La falta de aire me impide respirar. Y tengo la impresión de que no es sólo a mí.

La mayoría de nosotros tiene en su casa aparatos de aire acondicionado y, como le puede pasar a cualquiera, se estropean. Claro que el pequeño problema del aire acondicionado es que descubres que está averiado cuando lo necesitas: básicamente en verano, cuando hace calor. Es como ir a los bancos. Se va cuando necesitas dinero y ponen dificultades. Igual pasa con el aire. Si lo necesitas, se rompe. Y empieza el baile. Semanas de espera para que vengan a verlo, identifiquen la avería que ya has comunicado y semanas de espera para cambiar la pieza que hace que el bicho funcione. Todo eso va fortaleciendo tu carácter y exigiéndote que des lo mejor de ti mismo para no perder los nervios que el calor y el pelotón de personas que quieres, y sufren la situación contigo, van crispando. En el fondo, deberíamos ser máquinas. Sería más fácil disculparnos porque también nos estropearíamos, sufriríamos averías y si no nos reparasen en semanas, no pasaría nada.

He salido a la calle para buscar el fresco que no encuentro, he estado en el trabajo agotado y he perseguido el ocio, que no me ha entretenido mucho, percibiendo en casi todos lo sitios que la gente está como nosotros, sin aire. El humor cambiado, la amabilidad perdida, el tono humano inexistente. Muchos de lo que están sin aire me han comentado sus peripecias personales y lo más grave es que hasta quienes han logrado arreglarlo están tristes. Automatizados, sin entender que pudiendo reparar la avería de manera rápida y satisfactoria no se haga y además casi se exija por los reparadores que el aparato funcione, mientras piensan en cómo va a pedirse que funcione si está roto. Incomprensible. Si además se añade que averías definitivas y más tardías, que ya no tienen remedio, pasan por delante de éstas, que basta con querer repararlas, el nivel de indignación se dispara. Nadie entendería además que cuando el técnico llegue, si llega mientras dura el calor, espere para cobrar el mismo tiempo que tú has estado sin aire.

Como en el concierto de Sabina y Serrat, perdonen la tristeza. Pero el hecho es que cuando el aire esté arreglado mejorará mi estado de ánimo. Volveré a ganar espacio: el salón. Aunque no dejo de preguntarme si antes vivía sin aire por qué ahora me afecta tanto. La razón es que quiero que mi casa funcione bien. Al fin y al cabo, las máquinas pueden dejar de usarse pero las personas necesitamos el aire para respirar. ¡Qué mala costumbre!

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