sábado, 22 de noviembre de 2008

LA VICTORIA QUE NOS ROBARON

La victoria que nos negaron

Tal día como hoy en 1975, nuestro país vivió un estertor del régimen oscuro que lo mantuvo cautivo por casi cuarenta años. Los hombres de Franco - muerto dos días antes - entregaban su legado de gobierno en la Jefatura del Estado al Príncipe de España, que reina desde entonces.
Juan Carlos de Borbón y Borbón sucedió a título de Rey a Francisco Franco jurando los principios del Movimiento, eje político de la dictadura, y las Leyes Fundamentales del Reino, pretendida suerte de compendio constitucional de un sistema sin derechos. Es el comienzo de la reforma. España transitaría a partir de ese momento desde un Estado sin garantías hasta un sistema democrático, primero tímido y pacato, luego consolidado y estable. De la ley a la ley, que se dijo entonces, bajo la previsión – dogmática, pero permeable - de Torcuato Fernández Miranda, España alcanzó una posición común, comparable con nuestro entorno europeo y digna en el concierto mundial.
El estertor que antes escribía fue en verdad eso mismo: el último aliento de un régimen muerto durante el luto de su valedor. Los republicanos de aquel momento, y en cierta manera los de ahora, entendieron la proclamación del Rey como un episodio más del esperpento franquista y no supieron, o no quisieron, aceptar su figura de la manera que su discurso presagió con cautela: la concordia entre españoles hacia la democracia y a través de ella. El sitio que Franco sólo fue capaz de ganar con la guerra, las muertes, el miedo y la represión, ha sido conquistado por Juan Carlos con un proceso paulatino de legitimidad por el ejercicio, saneado con una legitimidad de origen constitucional que, en puridad, no es tal. Al final, importa el resultado. El balance es muy positivo, sin duda.
En estos tiempos de justa reivindicación de memoria colectiva histórica, que restituya el honor y la dignidad de cuantos sufrieron la opresión criminal de una dictadura cruel, es conveniente refrescar también la memoria reciente, para que los homenajes al general golpista, carcelero de media España, soportados estos días, a pesar de la ley vigente que los borra del espacio público, no cubran de tristeza la celebración democrática, republicana o monárquica, de la recuperación de la libertad por el triunfo de la razón biológica. Fue una victoria robada al tiempo, escrita con jirones de piel, moratones, fosas comunes y coágulos de sangre de un montón de ciudadanos y ciudadanas, que siempre se sintieron libres a pesar del enterrador. Robada al tiempo, conformes…¡pero qué victoria!

sábado, 15 de noviembre de 2008

LA VIVIENDA COMO OBJETIVO

La vivienda como objetivo

Una encuesta reciente ha señalado una preocupación de los jóvenes como fundamental: la vivienda. Los gobiernos tienen que prestar atención a este tema, haciendo especial hincapié en las medidas puestas en marcha para los jóvenes, pero también en materia de alquiler, ayuda a promotores, rehabilitación y suelo.
Es vital contar con una herramienta para garantizar a las familias el acceso a una vivienda digna a precio razonable pero es también la mejor respuesta que tienen las empresas para afrontar la coyuntura actual del mercado residencial. Es hora de establecer metas muy ambiciosas ya que por primera vez hay normas que garantizan que no se dedique más de un tercio de los ingresos mensuales al pago de una vivienda, ni más de una cuarta parte al alquiler. Es una política necesaria en materia de garantías de derechos esenciales pero es también una oportunidad para paliar los efectos del descenso de la actividad en el sector de la construcción.
La activación de una política dinámica en materia de suelo y vivienda tiene por tanto una dimensión primera que opera sobre el incremento en el acceso a una vivienda en condiciones razonables con opciones que favorecen la igualdad y otra dimensión paralela, no menos trascendente, que supone la revitalización de un sector como el de la construcción que ha perdido vigor en los últimos tiempos.
Los ayuntamientos no pueden permanecer ajenos a esta realidad y han de contribuir desde sus posibilidades a ese doble objetivo que ayudará a paliar las consecuencias de la actual situación económica de este sector, mediante el mantenimiento, e incluso el incremento, de los puestos de trabajo de la construcción si se facilitan desde la administración los recursos para la efectiva posibilidad de construcción de vivienda pública. El gobierno local tiene que orientar sus previsiones urbanísticas hacia el camino que haga posible que el suelo útil para construcción de vivienda protegida esté a disposición de empresas públicas, de modo que puedan promoverse actuaciones que contribuyan al mantenimiento de los puestos de trabajo del sector al tiempo que se cumplan los objetivos que persigue la ciudadanía.
La experiencia nos regaló una iniciativa privada que, en tiempos de bonanza, aumentó el número de los ricos. Los gobiernos de estos momentos, que no lo permitieron, han de resolver la papeleta que deja el ladrillo de la especulación. Tiempo de soluciones: ya.

sábado, 8 de noviembre de 2008

LA VICTORIA DE ANN


La victoria de Ann

La campaña americana nos ha dejado imágenes sensibles y asombrosas; discursos para la Historia que nos han mostrado cómo los candidatos han significado sus posiciones apoyándose en una forma de proponer sus valores para convencer al electorado muy pegada a la tierra, muy comprensible para la mayoría a la que se dirigían.
El candidato perdedor, cuyo discurso de aceptación de la derrota ha sido probablemente el mejor de su campaña, canalizó el mensaje central de sus propuestas a través de una persona real al que se le otorgó, por virtud de la repetición, una celebridad escasamente productiva para los intereses republicanos. Joe el fontanero representa una parte importante del universo político estadounidense, receptora de una tradición sostenida en la individualidad por encima de la colectividad: el poder de la persona preservado frente al del Estado. Ese postulado se exageró desde el reaganismo, cuando se afirmó contundentemente que el gobierno no era la solución, sino el problema. Joe, ni tan fontanero ni tan inocente exponente de esta concepción conservadora, se convirtió en el estilete de la estrategia de McCain contra Obama. El presidente electo respondió al envite reforzando el argumento central de su política: el cambio también llegaría a los fontaneros.
La noche de la victoria regaló al mundo un discurso que glosaba la ambición de una generación, hambrienta de liderazgo político, y apareció otra persona real. El ganador de las elecciones reflejó su gratitud hacia los millones de votantes que depositaron en él su confianza en la figura de Ann Nixon. El relato de más de un siglo, encarnado en esta mujer negra de Atlanta, conmovió a su auditorio entregado y feliz. Recordó que el país que Ann ha visto padeció la esclavitud de seres humanos, la reconstrucción social tras la Gran Depresión y las guerras y la segregación racial para que en 2008 una mujer de 106 años depositara su ilusión, en forma de voto electrónico en una cabina, para conducir al país que tanto la hizo sufrir hacia el cumplimiento de su sueño americano.
La alegría de millones de personas en los Estados Unidos y en el resto del mundo contagia de optimismo al impulso de una nueva forma de practicar la política. No sólo ha ganado Obama: Ann ha perseguido la felicidad a lo largo de su vida. Su búsqueda es un derecho fundacional en su país. Muchos tenemos un sueño: la solución que aporta el futuro gobierno de Barack Obama tiene la obligación moral de aproximar su conquista.

sábado, 1 de noviembre de 2008

BARACK OBAMA: TIEMPO DE ESPERANZA

Barack Obama: tiempo de esperanza

Es definitivamente la hora del cambio en América y ese cambio nos traerá al resto la tranquilidad de una administración más digna que la ha dirigido el país más poderoso del mundo los últimos ocho años. Es fundamental para los Estados Unidos elegir la esperanza que Obama representa frente a una concepción de gestión pública donde la economía se valora exclusivamente por la ley del mercado y sostiene una postura internacional fundamentalmente belicista y unilateral.
Los demócratas tienen la ilusión de recuperar el gobierno de su país, tras la derrota de Kerry en 2004 y la vergonzante no-derrota de la mejor oportunidad perdida de ese país en las elecciones de 2000, cuando Gore no alcanzó los votos electorales precisos para convertirse en el sucesor de Clinton. Esa ambición la compartimos millones de ciudadanos en todo el planeta. Estoy convencido de que un presidente demócrata entonces habría contribuido a diseñar una estrategia mundial bien diferente de la que heredará Obama. La “historia de la infamia” que Roosevelt invocó tras el bombardeo japonés de Pearl Harbour, reutilizada por Bush el 11-S, ha aumentado algunos capítulos con el gobierno del peor presidente de los EE. UU, hasta donde la memoria alcanza: la invasión ilegal de Irak, la inhumana consecuencia de Guantánamo, la intolerable visión ultraliberal de la economía, la insoportable concepción teocon de la política, el desprecio al multilateralismo, y tantas otras villanías infringidas en el concierto internacional, han de pasar factura a un modo de hacer política que merece no sólo ser derrotado sino urgentemente desterrado.
Obama plantea un contrato social entre dos partes: el pueblo americano y su gobierno federal. Esto es lo que se juega pero la partida tiene unas implicaciones más allá de la frontera que marca el ámbito de ese acuerdo. El líder de los Estados Unidos tiene una responsabilidad primera antes sus electores pero además, una vez investido presidente, debe ejercerla ante el resto del mundo, con sus aliados y con los que no lo son. El próximo presidente de los Estados Unidos de América tiene que recomponer la cara amable de un país al que Bush ha hecho antipático.
Barack Obama ha dicho que no será un presidente perfecto. Habrá políticas que no compartamos pero es vital volver a contar con Estados Unidos desde el respeto. La historia reciente tiene una cita pendiente: el cuatro de noviembre es el tiempo de Obama; llega el cambio, vuelve la esperanza.