Es curioso. Nada más aparecer publicado este artículo en Diario Córdoba, obtiene comentarios en contra. Siempre me sorprende el tono crítico de los que están en el otro lado del pensamiento político, ideológico o cualquier otro adjetivo que pueda ponerse, que yo defiendo en mis escritos. Normalmente, achacan a estos artículos falta de objetividad o cosas así. De manera que si apoyas las tesis que ellos defienden eres independiente y objetivo y en caso contrario, no. Sencillamente, para reir. Claro que tomo partido, mi partido, el que expreso con mi opinión libre y como dicha opinión es de este sujeto que escribe, es puramente subjetiva. ¿Radicará el problema en que quienes acusan de estas carencias pretenden realmente que sus opiniones, tan subjetivas como las mías, se conviertan en criterio absoluto de verdad objetiva?
El demonio rojo
Mis nenas, Laura y Andrea, en que suelo apoyarme para escribir, y siempre para vivir, son tan locuaces que inventan palabras para expresar ideas. Si fueran escritoras, se diría de ellas que son expertas en neologismos. Como no lo son, lo que hacen es aprender el lenguaje a base de golpear el diccionario. Una de sus últimas ocurrencias es compartida: son las “brutidades imaginatorias”.
Observando cómo se enloquecen las mentes que se postulan creadoras de opinión, es probable que esta semana hayamos visto un ejemplo de “brutidad” en forma “imaginatoria” protagonizada por el locutor de la cadena episcopal y el alcalde de Madrid, ambos con coro y corte. Me confesaré, pidiendo disculpas por el término: no escucho, ni siquiera oigo, a Jiménez Losantos, pero sí entro en la página de la emisora y, sobre todo, en el inefable sitio web del tal Federico. No comparto en absoluto ni el fondo ni la forma que destila la iracundia que preside sus intervenciones y creo que cada día menos seguidores suman en sus estadísticas. Del mismo modo, tampoco asumo lo que defiende Gallardón ni cuando está con su partido de pies a cabeza, ni cuando no se puede ubicar en la monolítica adhesión al ideario conservador-liberal-demócrata-cristiano-centro-reformista de la derecha mutante de este país. Asisto como espectador al show en que actúan los dos modelos de los polos que conviven en esos lares.
El alcalde, ofendido con razón, se bate con la prensa que suministró arsenal biliar a la caverna - con escasas posibilidades de éxito. La desfachatez del sujeto acusado le ha llevado a afirmar, sin respeto a la mínima vergüenza, que sus palabras (acusando a Gallardón de no respetar a las víctimas del 11-M, por expresarlo educadamente) no fueron hirientes, sino satíricas. Y, además, manifiesta que este juicio ataca la libertad de expresión. La libertad de expresión no sufrirá por este pleito pero la decencia elemental sí se pone en cuestión.
Personalmente, prescindiría hasta el extremo de Losantos y jamás le habría dado el protagonismo que lo alimenta con este juicio. En cierta forma, ya lo ha ganado porque se pertrechará de una eventual victoria para seguir insultando con más saña, o se vestirá de víctima perseguida, si lo pierde, y entre llanto y llanto, lo hará igualmente.
Con un ánimo estrictamente satírico, propongo como castigo una reencarnación la próxima vez. Por ser malo, malísimo, pidamos a los santos que lo hagan demonio. Rojo.