El 25-N es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las mujeres. Los datos son escalofriantes. Nuestro país vive dos terrorismos y uno es particularmente dañino. Acaba con las vidas de las mujeres en sus casas y en sus cuartos. La Vicepresidenta del Congreso, Carmen Calvo, dijo ayer en un acto al que asistí que las mujeres pueden, y quieren, conquistar sus cotas solas pero en esta lucha contra la violencia de género ni quieren, ni pueden, estar solas. Luchar contra la violencia machista, que es un modo de fascismo porque usa el poder de uno sobre otro ser humano, es una responsabilidad que concierne a toda la sociedad pero sobre todo a los varones de esa sociedad.
La viñeta es de Forges, publicada en El País
Detrás de la oscuridad, la luz
Mañana conmemoramos el Día Internacional contra la Violencia de Género. Las mujeres muertas por mano de los machistas criminales no pueden ser una estadística fría. La sangre tiene que hervirnos hasta escapar de nuestras venas, para que nuestra indignación salpique en la cara de los asesinos.
Pero no sólo puede ser indignación. De hecho, se está recorriendo un camino. Es una senda que hemos empezado a transitar con el arma de las sociedades democráticas: la ley. Una de las primeras de esta legislatura ha sido la que presta protección integral contra la violencia de género. Es un compromiso legal al que acompaña una acción política. Más juzgados, más fiscales, más asistencia jurídica gratuita, más medios para denunciar sin aumentar el riesgo, más agentes específicos para Violencia de Género. Es un objetivo social y público puesto en primera línea: prevenir la agresión, proteger a la víctima, detener al agresor. Casi cincuenta mil agresores han sido condenados a penas más duras desde la vigencia de la ley y las campañas de prevención e información son una constante diaria. El destino inicial de doscientos cincuenta millones de euros de los Presupuestos Generales del Estado es la lucha contra la violencia de género, pero probablemente la cantidad final destinada será mucho mayor porque en los últimos ejercicios ha sido corregida al alza cada año. Hay ley, hay acción y voluntad política, hay más medios, más información y más recursos. Aún no es bastante.
Toda esta respuesta sólo puede ser inicio. El problema es enorme pero, a pesar de su magnitud y complejidad, tenemos que erradicarlo. La violencia de género no es un asunto privado, es una lacra social que exige lo mejor de nuestros esfuerzos para repudiar el machismo criminal y combatir su existencia Por ello, es preciso actuar con exigencia promoviendo más y mejores recursos de prevención y asistencia integral, luchando desde las escuelas contra el sexismo promoviendo planes de igualdad y programas educativos que puedan extenderse también hacia la juventud y todo el tejido social. No se trata en este caso de romper el techo de cristal sino de reventar la cárcel del maltrato.
Gamoneda ha escrito en sus versos: “ …Detrás de la oscuridad están los rostros que me han abandonado…” No podemos ser cómplices. Ninguna mujer que sufra maltrato puede sentirse así. Que sepan que nuestro compromiso es que no haya oscuridad. Que sepan que nuestra responsabilidad es que vean nuestras caras a su lado y en la luz. Porque tiene que ser posible. Porque frente a la violencia de género tenemos que fabricar la esperanza.
Pero no sólo puede ser indignación. De hecho, se está recorriendo un camino. Es una senda que hemos empezado a transitar con el arma de las sociedades democráticas: la ley. Una de las primeras de esta legislatura ha sido la que presta protección integral contra la violencia de género. Es un compromiso legal al que acompaña una acción política. Más juzgados, más fiscales, más asistencia jurídica gratuita, más medios para denunciar sin aumentar el riesgo, más agentes específicos para Violencia de Género. Es un objetivo social y público puesto en primera línea: prevenir la agresión, proteger a la víctima, detener al agresor. Casi cincuenta mil agresores han sido condenados a penas más duras desde la vigencia de la ley y las campañas de prevención e información son una constante diaria. El destino inicial de doscientos cincuenta millones de euros de los Presupuestos Generales del Estado es la lucha contra la violencia de género, pero probablemente la cantidad final destinada será mucho mayor porque en los últimos ejercicios ha sido corregida al alza cada año. Hay ley, hay acción y voluntad política, hay más medios, más información y más recursos. Aún no es bastante.
Toda esta respuesta sólo puede ser inicio. El problema es enorme pero, a pesar de su magnitud y complejidad, tenemos que erradicarlo. La violencia de género no es un asunto privado, es una lacra social que exige lo mejor de nuestros esfuerzos para repudiar el machismo criminal y combatir su existencia Por ello, es preciso actuar con exigencia promoviendo más y mejores recursos de prevención y asistencia integral, luchando desde las escuelas contra el sexismo promoviendo planes de igualdad y programas educativos que puedan extenderse también hacia la juventud y todo el tejido social. No se trata en este caso de romper el techo de cristal sino de reventar la cárcel del maltrato.
Gamoneda ha escrito en sus versos: “ …Detrás de la oscuridad están los rostros que me han abandonado…” No podemos ser cómplices. Ninguna mujer que sufra maltrato puede sentirse así. Que sepan que nuestro compromiso es que no haya oscuridad. Que sepan que nuestra responsabilidad es que vean nuestras caras a su lado y en la luz. Porque tiene que ser posible. Porque frente a la violencia de género tenemos que fabricar la esperanza.