lunes, 19 de enero de 2009

EL ACENTO ( EN LO QUE IMPORTA)


El acento (en lo que importa)
Creo que nadie se extraña ya de la estupidez profunda que demuestran los que se ríen del acento andaluz. Fruto del desconocimiento y de una suerte de superioridad cultural infundada, recurrentemente, la ignorancia golpea a quienes nos acusan de hablar mal, como un chiste eterno. No hace gracia.
Las recientes manifestaciones de la diputada catalana, tibiamente popular, forman parte de un conjunto de improperios a nuestra forma de hablar que comenzaron hace tiempo y mucho me temo que no cesarán de repente. Representantes públicos de todas las bancadas han cometido este error con anterioridad y algunos de ellos, afortunadamente la mayoría, han pedido disculpas después. No es cuestión de medir, pero las ofensas habitualmente proceden de espacios políticos cuyos insultos nacen de raíces más profundas que la sorna ocasional provocada por nuestros acentos.
Lo que me molesta de esta idiotez recidiva no es la falta de aprecio estético por lo andaluz, ni la dificultad que una persona pueda tener para entendernos, ni la crítica política a una ministra concreta – anulada por ese rastrero y paupérrimo fondo argumental. Lo realmente dañino es la concepción que alberga sobre Andalucía y, por extensión e importancia, de las personas que hacemos aquí nuestra vida. A pesar de que esta percepción mía es una conjetura acerca del ánimo velado de injuriarnos en nuestra forma de ser (deberá permitirse que lo piense así), no creo que se separe demasiado de la realidad porque es muy común sufrir, repetidas con frecuencia, agresiones a todo lo relacionado con nuestra tierra y nuestra gente. Esos ataques no tienen su causa en el acento andaluz, ni en la conducta política de un responsable público, sino en los tópicos que nos acompañan y denigran sin tener nada que ver con nosotros. Esto es lo que me indigna.
Andalucía es un tesoro de riqueza cultural impresionante. Su identidad no puede ser inquietada, ni de lejos, por la pobreza intelectual de los autores de un comentario hiriente. De cualquier forma, esta obviedad no excluye que actuemos con una responsabilidad cargada de reivindicación.
No es el acento lo que critican en el fondo; les puede la rabia por nuestro desarrollo colectivo y no lo soportan. El modelo andaluz que promovieron (pobre, inculto y bufón) se esfumó. Por esto del habla, si las piden, disculpas aceptadas. Pero, si pusiéramos el acento en lo que importa, debería costar más trabajillo conseguirlas.

ISRAEL FRENTE A ISRAEL


Israel frente a Israel
No he participado nunca de la aversión al Estado de Israel que encierra un antisemitismo anclado en falsos mitos y rehén de una historia cautiva basada en mucho tiempo de mentiras. No soy equidistante entre el terrorismo, que envilece a Palestina y golpea las ciudades y pueblos israelíes, y la política de defensa de un país democrático. No olvido que fue el Estado de Israel, en el concierto internacional, quien promocionó la existencia de la Autoridad Nacional Palestina, un sistema de independencia política de facto y reglas democráticas básicas. No me muestro amigable con la práctica criminal de los partidos palestinos que promocionan, amparan y sostienen los ataques con cohetes, coches bomba o terroristas suicidas. No comparto la simpatía que despiertan los movimientos de liberación palestina que, para alcanzar la independencia, postulan la destrucción del Estado de Israel. Por todo lo que detesto, repudio (con más vergüenza y dolor) la conducta injustificable del gobierno israelí que dirige una guerra despiadada sufrida por la población civil de Gaza.
Los ataques indiscriminados que multiplican a diario las víctimas en Gaza no encuentran amparo en ninguna estrategia defensiva de Israel. Nos separan por más generaciones del disfrute de una paz justa en Oriente Medio y entorpecen cualquier iniciativa que pretenda disminuir el peso del integrismo, en general, y de Hamás, en particular, en la franja de Gaza y en toda la zona afectada. Así se impulsa a más jóvenes palestinos a participar de la sangría terrorista que estos grupos alientan y no evita el riesgo a medio plazo de la recuperación militar de esas facciones y la consiguiente reactivación de sus actuaciones violentas sobre suelo israelí, que motive otra operación de castigo causante de más víctimas civiles, repitiendo el ciclo de agresión-respuesta y, por tanto, alejamiento de la paz.
Israel no es un estado terrorista. Hamás sí es una organización que engloba movimientos terroristas de una peligrosísima intensidad. Por ello, no puede reclamarse la misma responsabilidad. Los terroristas siembran dolor injustificadamente. Israel, oasis democrático en un desierto de dictaduras carentes de respeto a los derechos humanos, tiene una responsabilidad objetiva y directa de parar esta guerra ya. De no hacerlo, corre el riesgo de presentarse al mundo de la misma forma que lo que dice combatir.
La verdadera lucha que Israel precisa es la de la verdad, la justicia y la paz: que Israel venza al Estado de Israel.

miércoles, 7 de enero de 2009

¿QUIÉN DIJO MIEDO?


¿Quién dijo miedo?
Dos mil nueve se ha despertado triste. El pesimismo sobre el futuro invade casi todo. Me rebelo. En mi opinión, parcial pero libérrima, entiendo que hay que tomar distancia y afrontar el mañana con ilusión.
Conciencia. La primera clave estriba en asumir lo que ocurre. Reconocer lo negativo es el primer paso para recibir la receta oportuna. Nuestro empleo baja, es presumible que vaya a más. La productividad del país es escasa. Como factor externo, pero tremendamente importante, el shock financiero incrementa nuestra desconfianza, aunque no nos toque del todo. Tenemos una pesada administración, burocratizada en exceso, y la responsabilidad del sector empresarial tradicional y la banca española es limitada, porque reclaman ayudas al Estado pero no responden con lealtad, ya que no desechan la flexibilidad en el despido y promueven la moderación salarial – por una parte- y recortan la posibilidad de los préstamos y operaciones de crédito a las familias- por otro. Problemas graves para una sociedad tibia.
Impulso. Apoyo las medidas que se dirigen a disponer la mayor inversión pública desde que se conoce nuestro país como unidad política. Participo del criterio de Krugman, cuando afirma que no es tiempo de preocuparse del déficit estatal, que grava a un ente sin vida, sino de ocuparse de las personas. Me parece acertada la estrategia de pensar globalmente, actuando localmente, a través de los ayuntamientos españoles. Reivindico valentía y altura de miras para promover una reforma fiscal que reduzca aún más la presión fiscal de las economías débiles y modestas, financiando el sistema con un incremento de las rentas altas improductivas y, especialmente, de las prácticas empresariales antisociales. Soy partidario, en cambio, de sostener créditos fiscales atractivos para las empresas que cumplen con el compromiso de mejorar la sociedad que las enriquece.
Voluntad. No necesito pesimismo. No requerimos desconfianza sino intervención pública y responsabilidad social de los agentes sociales. Se puede, pero (sobre todo) se debe. Exijo audacia al Gobierno, visibilidad, capacidad de respuesta y valentía. Si para ello es preciso cambiar el discurso económico, hágase cuanto antes.
Un amigo mío trabaja frente a una cita clásica que afirma que el futuro tiene muchos nombres, pero para los valientes se llama oportunidad. Gente con conciencia, impulso y voluntad es el equipaje que este reto reclama. El futuro es nuestra ocasión. ¿Quién dijo miedo?

DE LAS CRÓNICAS CRECIDAS


De las crónicas crecidas

Hace un año un amigo le puso título a esto que vengo escribiendo cada semana, cuando llegan estas fechas, con el propósito de convertir unas cuantas líneas en un repaso de lo que se vive. Las croniquitas de entonces no son las mismas que las de hoy, pero sí parece que puede servir la idea para despedir otro año, ya van siendo varios, que nos deja – como todos – algunas cosillas malas, otras peores y muchas buenas.
Empezamos enero pasado cargaditos de energía. Sin perder el aliento, con las fuerzas a tope, afrontamos momentos de vértigo para defender lo que creímos justo y, sobre todo, la alegría. Sonrientes, nos despejamos para saborear humildemente el triunfo de las personas que se dejaron la piel en lograrlo, Avanzamos, con la satisfacción moderada por el ritmo de la vida, hacia otras tareas, al paso firme y voz rotunda de mujeres al mando. Sospechamos que los vientos de cambio atravesarían el Atlántico y acertamos porque un hombre negro resucitó Camelot para ilusión de propios y ajenos, desterrando una visión rancia, cutre e inmoral de la res publica mundial que emponzoñó durante ocho años el nombre de la libertad duradera. El dinero se hizo chocolate y fundió el entramado financiero basado en el todopodero mercado autorregulado. El sistema capitalista, tal y como nos habían obligado a entenderlo, saltó por los aires y el mundo tiró la toalla para que pudiéramos construir sobre otras bases todo este montaje complicado y mirar así a los ojos de la gente que ha perdido tanto, pidiéndole esfuerzos pero dando confianza.
No hemos conseguido desterrar fantasmas que nos acompañan desde lejos. La serpiente del asco y del odio sigue golpeando nuestras entrañas pero caen cada vez más rápido los hampones asesinos que la dirigen. Algunas veces, la lentitud de reflejos de los dirigentes nos complica las barbas a todos y otras (bastantes) no parece que vayamos en el mismo barco, porque se confunde el amor a nuestro país con darle patadas en las espinillas a los adversarios. La historia eterna de España, donde una mitad padece a la otra, sigue dándonos malas noches, pero – a menudo, con mayor frecuencia – encontramos espacios comunes al despertar.
En fin, trecientos sesenta y cinco días después, crecen estas croniquitas, que bautizó mi amigo Jose (así, sin tilde). Aquella vez nos propusimos alcanzar la felicidad. La buena noticia es que el año entrante es bisiesto: un día más para conseguirla. ¡Feliz oportunidad!

INVERTIR EN INGENIO


Invertir en ingenio
El fragor de la crisis no ha impedido que el día 11 de diciembre el Congreso convalide el decreto que manda 8000 millones de euros a los municipios del país. Tampoco la abstención del PP, con su habitual obstruccionismo, evita que se vaya a marcar un hito relevante en la historia de la inversión pública en España.
Este plan de estimulo de la economía y de inversión estatal es una respuesta distinta. Concreta una aportación enorme de fondos públicos en un sólo año, más de 140 millones de euros en nuestra provincia. Que las posibilidades del decreto sean reales requiere que se preste la mayor atención a su aplicación y así despliegue sus efectos de la manera más ágil posible. Los gobiernos locales, normalmente necesitados y siempre justificados en sus quejas, tienen la oportunidad de aportar con su responsabilidad un nivel de rigor y exigencia extremo para el cumplimiento de estos fines, de manera que respondan con diligencia a este envite y hagan todo lo necesario para que los trabajadores y las trabajadoras puedan beneficiarse cuanto antes. Si las obras pueden comenzar desde el 11 de enero de 2009, no podemos perder ni un solo día sino apurar los plazos en positivo. Es decir, mejor cuanto antes. El compromiso añadido de la Junta, con 27 millones de euros más, para aumentar la inversión pública en el ámbito local, favorecer el empleo y la actividad de las empresas de construcción en los municipios tiene que incidir también en esta ocasión histórica.
Los ayuntamientos tienen una exigencia de eficacia sobre ellos para que tengan todo lo necesario hecho, de forma que los fondos sean recibidos por sus destinatarios, quienes sufren las consecuencias de una crisis económica, con hondas raíces en el fracaso de un modelo capitalista injusto, promovido por el neoliberalismo que ha conducido la economía internacional.
Esto tiene que servir para activar la economía y crear empleo. No cabe que haya dilaciones. Necesitamos respuestas locales urgentes, eficaces y ágiles. Es el momento de la responsabilidad. No es tiempo sólo de beneficios, es tiempo de empleo.
El compromiso que tenemos que adoptar reside en la activación económica a través del mejor motor de esta sociedad: las personas que la forman, en el ingenio de un país que invierte en su futuro. Que otros se abstengan no es un problema, es una irresponsabilidad. A cada cual, la suya. En este país, necesitamos soluciones: ocho mil millones empiezan a sonar bien.