El esfuerzo de la Iglesia por favorecer una determinada opción política que representa el PP no me sorprende, no es nueva. Pero la intensidad de la campaña y la obviedad de la división a través del espíritu sonroja incluso a los creyentes. La confesión católica está sobredimensionada constitucionalmente, es favorecida financieramente y arremete -cuando la izquierda gobierna - contra el sistema que la protege. Una separación plena de Iglesia y Estado situaría mejor el propósito de la laicidad. De todas las confesiones pero especialmente de la dominante en términos políticos. No conozco muchos países de nuestro entorno donde el peso de la opinión religiosa de unos cuantos sea tan cacareada... El aborto, la persecución a las mujeres, es el bordón de su cantinela...pero ellos también saben que "las niñas buenas van al cielo y las malas a todas partes"
Sursum corda!
Uno de los reclamos de la Iglesia peligra. ¿Hacia quién debemos elevar los corazones? . ¿No era hacia el Señor? La iglesia entra en el debate político. Se arriesga a ser respondida desde la política. Del mismo modo - es de suponer- que celebra su opinión, deberá soportar ésta.
Martínez Ares escribió hace años una copla de Carnaval para una de sus comparsas que desató las iras de la estrecha jerarquía de la Iglesia. Decidieron que si se cantaba que “…ha dicho el Santo Padre que el aborto es asesino/ y es gracioso que lo diga/ alguien que no tiene hijos… “, entre otras cosillas, no merecía salir en una cofradía de Semana Santa (¿y qué?, de los magníficos hermanos Pepperoni, “…¡Tiro al vento!, ¡tiro al vento!.../¡ni la Piedad, ni la Borroquita, ni el Prendimento!”…). Hoy la rima no hace chiste.
Algunas mujeres han visto violada su intimidad por la visita de la autoridad en sus casas, cumpliendo órdenes, porque una campaña ultra conservadora ha determinado que las mujeres que abortan, o han abortado, son criminales, o al menos merecen ser tratadas como tales, para golpear en el culo del corazón a una sociedad gobernada por rojos irredentos. ¡Panda de hipócritas!
¿Qué mujer aborta por placer? ¿Quién pregunta a las mujeres que pasan por ese trance qué les lleva a decidir así? ¿Quiénes somos nosotros, eventualmente nosotras, para reprochar jurídicamente esa conducta, que no es criminal sino extremadamente difícil?
El aborto es una decisión terriblemente dura pero es un derecho de las mujeres no ser perseguidas por ello. Hace ya tiempo, en una clase extraordinaria en la Facultad, sostuvimos un debate encendido. Recuerdo que comenté que no era pro-abortista, no creo que haya nadie que lo sea, sino pro-elección.
Estoy completamente conforme con que esta cuestión se debata y se decida en el seno del que nace: las mujeres. Estoy absolutamente convencido de las ventajas de que la ley regule el acceso con garantías a la interrupción voluntaria del embarazo y, sobre todo, proteja a las mujeres antes, durante y después de la decisión. Estoy totalmente entregado a la idea de que el mejor aborto es el que se evita con una estrategia acertada de salud pública en prevención e información, como hay. Pero no seré hallado señalando a una mujer que haya abortado como asesina por una moral discretamente singular. Si otros elevaran sus corazones, sabrían que cuentan con un reproche definitivo. A lo peor lo saben y por eso no lo elevan.