sábado, 28 de junio de 2008

LA COPA DEL CAMPEÓN

Mañana, domingo 29 de junio, ¡ la Final ! ¡Tiembla Alemania!

La copa del campeón
Saben quienes me tratan que soy un perfecto desconocedor de las claves que rigen el fútbol. Me gusta ver en la tele los grandes acontecimientos pero no sé cuáles son los puntos determinantes de un buen juego. En cierta manera, como si fuera vino, creo distinguir al bulto uno bueno de otro peleón pero definir los matices y disfrutar con su descubrimiento es un éxito que mi paladar no alcanza. De todas formas, y desde mi ignorancia insultante, también en esto, he bebido unos partidos tan vibrantes en los últimos días que me permiten mantener una conversación optimista en el café y alimentar las esperanzas de culminar la fiesta de España en la final de Viena.
Cuando tenía nueve años, algún tiempo atrás, sufrí la final con Francia en la Eurocopa. Asistí desde el calurosísimo sillón del salón de la casa de mis padres, junto a la tele Vanguard, que daba sus últimos coletazos vitales (nació en el mundial de Argentina). Arconada perdió el balón, una cosa rara debajo del cuerpo, cuando ya lo había atrapado y la pelota entró. Perdimos. Lo pasé mal.
Ahora es distinto, en medio del delirio por el pase a la final, Luis – el incomprendido – da un recital gestual de primer orden. Celebra los goles hacia dentro, con una fuerza controlada que casi asusta, como si el disfrute no fuera pleno por responsabilidad. Por otro lado, Letizia alucina como el resto y suelta un puño que dice un bien rotundo. Los jugadores la tocan, con pases cortos y fáciles hasta llegar al borde el área y con un desparpajo desconocido hasta el momento, se plantan, se paran, se templan, afinan y meten goles de tiralíneas. La afición saca banderas y (con las caras pintadas) inunda las calles y las fuentes y el aire y las farolas y las ventanas y pierde el resuello, la voz y la vergüenza para celebrar una fiesta por cada acercamiento a la fiesta definitiva.
Han ganado el afecto de la gente, han ganado el protagonismo en las conversaciones, han ganado el respeto de los amantes del deporte, han ganado el partido del ejemplo, han ganado el interés del público, han ganado un hueco en la historia...El deporte, que es también negocio, abre de vez en cuando imágenes soberbias de equipos y de triunfos y no estamos acostumbrados en gestas colectivas a gozar del favor de los dioses del Olimpo. Algún día perderemos otra vez. Pero antes de que celebremos el triunfo, yo ya lo digo: ya hemos ganado. En el campeonato del cariño y la ilusión, España levanta la copa.

sábado, 21 de junio de 2008

MAÑANA

Mañana
El ánimo es esencial en las actividades que emprendemos. No garantiza el éxito pero ayuda a preparar su consecución. Es tan importante que el tipo de personas que no lo tienen, que se mueven en esos espacios insulsos de la simple permanencia existencial, resulta inquietante. Sin duda, los nervios que acompañan un exceso animoso, un ímpetu arrebatado por una suerte de angustia, una sensación de carrera continua, agotadora y frustrante, lastran valor a tenerlo. Pero, como reza el dicho, mejor que sobre.
Las vidas de las personas son complejas. Es difícil hasta llegar al mundo. No lo elegimos, ni lo pedimos, pero cuando nacemos estamos aquí dependiendo para todo de quienes decidieron traernos. Si lo pensamos con detenimiento, es tan difícil llegar que el recuerdo personal de nuestro alumbramiento no nos pertenece. No lo recordamos porque la memoria consciente no repara en lo vivido hasta que pasa un tiempo; la infancia es un instante. Después, la sucesión de empujones, batallas, derrotas, victorias, sentimientos, dudas, escalofríos, sensaciones, encuentros – y desencuentros – llena el tiempo hasta que se acaba. El tiempo es el juez impasible de la realidad que nos toca vivir, sólo la imaginación creativa nos permite escapar de su sentencia: es la venganza de la razón, sumada a la voluntad de no doblegarse.
Cuando la vida hace un quiebro, cuando la suerte nos esquiva, la razón puede cambiar el rumbo. Es muy complicado, supongo, mirarse al espejo y defender el futuro propio cargados de miedo. Pero no es malo el miedo. Si no lo tuviéramos, perderíamos la oportunidad de disfrutar la insolencia de plantarle cara.
Conozco una historia de coraje. Es una historia de las de verdad, de gente normal que lleva una vida corriente: ese tipo de vidas que las convierten en excepcionales. Es la de una existencia placida, correcta entre las prisas ajenas, que ahora tiene que marcar su tiempo en las fronteras cercanas de los miedos propios. Ahora toca empujar. Me permite compartir en las líneas de estos párrafos un lugar común: lo importante es lo que ocurre mientras estamos bailando. Y es más importante aún seguir bailando. Sé donde vive parte del ánimo preciso. Sé también que es una bailarina más que aceptable y, entre empujones, se hará un hueco en la pista.
Andrea siempre me canta la canción Mañana de Annie. Ella cree que efectivamente el sol brillará mañana. Yo también.

sábado, 14 de junio de 2008

SESENTA Y CINCO MOTIVOS

No son buenos tiempos para la lírica. En época de vacas flacas, se vuelve a debilitar la posición de las personas que trabajan. No hay derecho. El artículo publicado en Diario Córdoba tiene algunas erratas de edición que aquí están corregidas.
Sesenta y cinco motivos

La posición decimonónica adoptada por la práctica totalidad de la Unión Europea, con la honrosa excepción de España, estableciendo un tope de sesenta y cinco horas para la jornada laboral semanal es una ocasión para reafirmar los derechos de las personas que trabajan y, muy particularmente de los que aspiran a hacerlo algún día. La jornada de cuarenta horas marcó un hito en la conquista de los derechos sociales, del mismo modo que la batalla, parcialmente ganada y con menor predicamento, sobre el tope de las treinta y cinco horas lo hizo. Cualquier observador, sin mucha atención, podía percatarse de que venían curvas mundiales - cerniéndose sigilosas y al acecho- sobre los lomos de los que, como casi todo hijo de vecino, emplean el mayor porcentaje de su tiempo vital trabajando.
El trabajo dignifica, pero no cualquiera. El aspecto profesional de realización, la necesidad vital de conservación, o la costumbre insustancial de la convención son algunos de los factores que impulsan y mantienen a las personas en el mundo laboral. El trabajo como valor supone, obviamente, un mecanismo de superación, de progreso y de mejora hasta el punto que hoy es inconcebible una sociedad sin trabajo, pero no todo es asumible. Lo que hacemos no es lo que somos. No nos define. Puede ayudar a describirnos de una manera más o menos superficial, pero no nos identifica. Lo que nos hace singulares es la dignidad.
La presión social organizada de los trabajadores, y las trabajadoras que suman a esta condición el hecho de ser mujeres, ha logrado a lo largo de la historia resumir una lucha titánica en la consecución de una serie de derechos sociales, que les tocó sufrir para conseguir, y que ahora podemos disfrutar (también los que han visto decente adoptar esta decisión).
Esta medida, colada de rondón, con voz bajita, minimizando un siglo de mejoras, muchísimos jirones de piel y vidas entregadas en el tajo, es una ofensa de un tamaño descomunal y representa una ética pública completamente despreciable.
Yo me niego a aceptar el ultraje. Acuso a los dirigentes que la asumen de pretender explotar a otra parte del género humano. Reivindico organización, decisión y audacia para excluirla de lo posible. Exijo responsabilidad social y reinversión de los beneficios empresariales. Y no la contemplo porque no me da la gana. Aunque tenga, al menos, sesenta y cinco motivos para combatirla. Uno por cada hora.

domingo, 8 de junio de 2008

VUELVE CAMELOT

La verdadera pelea acaba de empezar. Obama ya es el candidato demócrata a la Casa Blanca. Reproduzco parte del fantástico discurso de Barack Obama tras perder las primarias en New Hampshire, el 8 de enero. En lugar de invocar la catástrofe, propuso la esperanza. Will.i.am, lider del grupo Black Eyes Pies, preparó un soul genial con partes de lo que Obama dijo en un discurso de rabiosa actualidad y, sospecho, de una dimensión histórica. Ladies and gentlemen, the next President of the United States of America:
"It was a creed written into the founding documents that declared the destiny of a nation.
Yes we can.
It was whispered by slaves and abolitionists as they blazed a trail toward freedom.
Yes we can.
It was sung by immigrants as they struck out from distant shores and pioneers who pushed westward against an unforgiving wilderness.
Yes we can.
It was the call of workers who organized; women who reached for the ballots; a President who chose the moon as our new frontier; and a King who took us to the mountaintop and pointed the way to the Promised Land.
Yes we can to justice and equality.
Yes we can to opportunity and prosperity.
Yes we can heal this nation.
Yes we can repair this world.
Yes we can.
We know the battle ahead will be long, but always remember that no matter what obstacles stand in our way, nothing can stand in the way of the power of millions of voices calling for change.
We have been told we cannot do this by a chorus of cynics…they will only grow louder and more dissonant … We’ve been asked to pause for a reality check. We’ve been warned against offering the people of this nation false hope.
But in the unlikely story that is America, there has never been anything false about hope.
Now the hopes of the little girl who goes to a crumbling school in Dillon are the same as the dreams of the boy who learns on the streets of LA; we will remember that there is something happening in America; that we are not as divided as our politics suggests; that we are one people; we are one nation; and together, we will begin the next great chapter in the American story with three words that will ring from coast to coast; from sea to shining sea –
Yes. We. Can."
Vuelve Camelot

Las primarias americanas del Partido Demócrata han terminado. Parece muy posible que Hillary Clinton anuncie hoy mismo su apoyo al senador Barack Obama como candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Todos los medios señalan que es la primera vez que un hombre negro puede disputar con posibilidades de éxito la carrera presidencial hacia la Casa Blanca. Ha habido más afroamericanos que han desempeñado un papel relevante en la larga competición que marca la política en ese país pero nunca han logrado la nominación por ninguno de los dos grandes partidos. Ni el burro ni el elefante han creído posible que alguno de los que estuvieron en su momento en las quinielas mereciera lograrlo. Jesse Jackson, por los demócratas, ha participado varias veces en las primarias y, antes del primer mandato de este George Bush, hubo quien postuló seriamente a Powell por el Partido Republicano.
Me gusta seguir la campaña americana. Es excitante observar las puestas en escena, tan medidas, y muy importante valorar lo que los candidatos afirman sobre las diferentes cuestiones que nos afectan. Es cierto que el mundo está globalizado, tanto que cuando Estados Unidos padece un problema local, rápidamente se hace general. Es la fuerza del poder. No obstante, siempre hay formas de ejercerlo más o menos agresivas. En América dicen que un presidente al final de su segundo mandato es un “pato cojo”. Manda, pero ya no resuelve porque está de retirada. Por ese motivo, no dedicaré espacio para criticar la gestión infame del presidente que sale. Lo importante ahora es la ilusión.
Obama representa un cambio trascendental. Es un hombre joven, con un verbo brillante y una mentalidad progresista que puede representar lo que muchas personas llevan esperando ocho años, robados por las papeletas mariposa de Florida que dejaron fuera de la presidencia a Gore. Es importante lo que ha ocurrido en este proceso de primarias porque ha generado una ilusión similar a la que supuso la aparición de JFK en la escena política. Nada de lo logrado es bastante aún sin la verdadera pelea que ha de llegar de inmediato, alcanzar la presidencia a pesar de “la América que se sobrevuela”.
Obama dice que pueden. Ojalá tenga razón. Yo quiero creer que es posible que un país entero recobre la dignidad de su importancia, que recupere el pulso de su responsabilidad en un futuro distinto y mejor. Yo quiero que vuelvan a creer en Camelot.