lunes, 28 de julio de 2008

LO QUE HEMOS VIVIDO

Lo que hemos vivido
¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer cuando comencé a escribir en este espacio abierto que me brindaron. Más de un año de letras compartidas, apuros sostenidos, ilusiones vanas y reflexiones insinuadas. He participado lo que me ha ido ocurriendo en este tiempo pero sobre todo lo que me ha ido sugiriendo. La vida es lo que es, sin más. Y sin menos.
Lo que hemos tratado juntos ha sido una excusa. En realidad, cualquier asunto habría cabido y de hecho así ha sido. He sostenido posiciones propias, subjetivas, parciales y personales. Unas veces han coincidido con muchos y otras, seguramente las más, con muy pocos. En fin, como las cosas que nos pasan y lo que sentimos es lo único que realmente nos pertenece y no me presento a un concurso de popularidad, no es muy trascendente, en verdad no lo es en absoluto, que exista un nivel de conexión alto entre lo que se escribe, lo que se percibe y lo que se convence. Tampoco era esa la finalidad.
Ahora llega otro tiempo que me ocupará en la desocupación. Volveré a leer sin más pretensión que disfrutar con lo que lea. Alimentaré mi cabeza con el repaso de lo hecho y la ilusión por lo venidero. Escribiré lo que no publico y se queda guardado en cualquier cajón porque me desnuda más de lo preciso y ruboriza a propios y ajenos, que sin ropa pierdo mucho. Contemplaré lo que ocurra a mi alrededor y seré observado, supongo, porque estaré en los alrededores de otros. Caminaré por el campo, me quemaré con la arena de la playa, pasaré noches en vela porque el calor no me deje dormir, hablaré hasta por los codos, festejaré sin motivo aparente…viviré, que ya merece la pena.
Por encima de lo que voy a hacer y de lo que no haga, por falta de tiempo o ganas, estoy deseando ladrar. Es lo que mejor hago. Este faldón de periódico de página par tiene un nombre que ya expliqué. Laura se lo puso sin querer años antes de que viera la luz y Andrea se ha sumado a su desarrollo con el entusiasmo de ir haciéndose mayor. Lo que he vivido, y lo que me resta, tiene un objeto esencial: que estén bien, que lo sigan estando, que estén mejor. Todo lo que pienso, lo que hago, lo que siento y lo que aspiro, todo lo que peleo lo planteo en función de que mis nenas se encuentren esto mejor que yo lo encontré. Conseguirlo es cuestión de suerte pero intentarlo es una obligación.
Ladrar con ellas es jugar conmigo. Lo que hemos vivido es el preludio de lo que nos queda por vivir. Si nos vuelven a dejar, nos leeremos. Hasta entonces, ladraré con mis chiquillas, que ellas me disculpan la insolencia.

lunes, 21 de julio de 2008

DE LOS PRINCIPIOS (O NO)

De los principios (o no)
Manifiesto que escribo desde el gusto personal por la belleza, sin introducirme en otros campos que exigirían un análisis más profundo. Por aquello de la belleza, entendida en el sentido clásico: lo bello es lo que visto gusta. Me gusta esta vida que da pasajes de viaje mental que me han fascinado. De los cuentos que cuento con sus personajes.
Su trama establecida sin complejos, su tiempo - en ocasiones maloliente y sórdido y, en otras, tierno y sensible - nos sitúa entre el retraso y un disfrazado progreso de un mundo en cambio a velocidad de vértigo, desde el ascenso social a las caídas rotundas
Me fascina el relato del ascenso de la buena gente, una gente real con arañazos morales y dificultades ocasionales de honestidad, como en el fondo somos todos. Tienen lo que muchos otros: contradicciones y sueños y la absoluta suerte de vivir segundas y terceras oportunidades. Su ciclo vital respeta incluso la corrección externa de las vidas de otros que se quedaron sólo en la primera oportunidad, y hasta sin ésa.
Huyo consciente de relatar relatos. Defiendo mi gusto por sobrevolar los pastos y esa distancia se convierte en una excusa para hablar de los verdaderos protagonistas: las gentes que hacen las cosas lo mejor que pueden. Defiendo mi opinión sobre los asuntos en que me fajo para intentar cambiar algunos puntos oscuros que no me convencen. Defiendo esa dosis de ingenuidad que hace que vivamos lo que nos ocurre con una sorpresa permanente. Defiendo que seamos menos adultos, de vez en cuando, para ver los colores definitivos con la madurez genuina de los nenes. Defiendo que es bueno alterar la música que nos ponen, que hay que relativizar lo absoluto y darle ese valor a lo relativo.
Vivir con pasión es un ejercicio aconsejable. Medirse en las pozas calmadas resulta demasiado aburrido. Descender un río de montaña tiene sus riesgos, no lo niego, pero dónde acaban los que lo empiezan: terminan en el mismo remanso que los tranquilos que llegan andando. Pero sonríen más.
Un conocido chamán, o gurú o lo que sea, me ha dicho últimamente que tenga cuidado con lo que sueño, no vaya a ser que lo consiga. No hay enemigo pequeño en esta sociedad discreta. La función del alma radica en su entrega, es esa parte que te toman cuando por primera vez tus hijos te cogen el pulgar.
Se puede sorprender quien lo lea pero confesaré que soy marxista. Como Groucho, que ése es mi marxismo, estos son mis principios, pero si no les gustan, tengo otros.

lunes, 14 de julio de 2008

ANTICIPAR EL FUTURO

Anticipar el futuro
Lo que las personas quieren es sentirse respetadas, escuchadas en sus aspiraciones y acompañadas en sus sueños. Lo que la política da es la oportunidad de que algunas de ellas, las que deciden dedicarse a lo público, a pensar y actuar sobre el espacio común que compartimos, tengan la responsabilidad de generar las condiciones para cubrir esos fines colectivos.
Quiero hacer una reflexión. Muchas veces la clase política se presenta de forma irresponsable como una aparte, por encima del bien y del mal, pegada al último vaivén de la economía, al último titular de prensa, al interés privado, al conflicto personal o a la estupidez rotunda. Ésa es la política politiquera. Afortunadamente, lejos de la imagen denostada de esta visión parcial, existe una gran política que resuelve problemas, afronta situaciones complejas, planifica recursos y, por encima de todo, anticipa el futuro. Ésa es la política que hace noble el arte de gestionar la sociedad. En estos lugares, no tan infrecuentes como pensamos pero mucho más anónimos, habitan gentes desprendidas cuya pasión les provoca satisfacción y dolor a partes iguales, la mejor de la veces, y a los que veo levantarse sin pausa muchas ocasiones para continuar pensando en un punto de llegada global más lejano y apacible, estableciendo ritmos de trabajo y estrategias para alcanzarlo más rápido y con menor coste.
Son ciudadanos y ciudadanas. En ese punto radica la clave de su éxito, hasta cuando éste no es disfrutado. Las medidas con que observan la realidad son las de la gente corriente, porque son gente corriente. Los problemas que no confunden y a los que dan cumplida resolución son los habituales de los demás, porque son como los demás. Las burbujas en que se encierran otros para disputarles una gloria fugaz no ocupan ni su tiempo, ni sus ambiciones, porque no constituyen un elemento de análisis interesante. Lo que importa es la gente, las personas, su bienestar y su prosperidad en solidaridad. Ese es el mensaje inequívoco, lo demás tiene una naturaleza coyuntural e instrumental: si sirve a ese fin, es útil; si no, hace perder el tiempo.
La fortaleza de una idea se rearma con el cambio. Es el movimiento hacia delante lo que imprime velocidad. Sin precipitarse con vértigo desde cualquier acantilado, aspiro a disfrutar como ciudadano la ilusión de los cambios que contagien de magia el porvenir de todos. Anticipar el futuro es ya una tarea actual.

domingo, 6 de julio de 2008

DE LA CRISIS A LA OPORTUNIDAD

De la crisis a la oportunidad
No me conformo. No me da igual que intenten convencernos de que sólo hay un modelo posible para superar este bache. No me parece razonable que nos digan que no hay diferencias ideológicas para enfrentar lo que tenemos que hacer. No me vale que intenten que sostengamos que la economía sólo puede solventar sus problemas desde las recetas liberales que proponen reformas estructurales a soportar por los que menos tienen.
Parece que el problema fuera semántico, casi estético. Resulta ridículo que utilizar el término crisis, en lugar de otros que pueden afinar mejor el concepto, sea la solución al problema. Es absolutamente esperpéntico que después de pedir que se reconozca que esta situación que atravesamos es una crisis, no se proponga nada para paliarla. La verdad es que sí que se proponen cosillas: reducir impuestos y disminuir gasto social, vistiéndolo de austeridad, para lanzar proclamas catastrofistas de lo mal que va todo, pensando en el fondo que cuanto peor, mejor. La cantinela repetida del mundo conservador, recetas manidas de viejos gestores.
Coyuntura. Asunto esencial de esta situación. No atravesamos un buen momento. A nadie se le escapa que las causas de este fenómeno temporal hunden sus raíces en un cúmulo de circunstancias globales, internacionalizadas, muy ligadas a la escasa liquidez general para asumir el elevadísimo coste del petróleo. ¿Supone alguna dejación de responsabilidad interna afirmar esto? Según yo entiendo, no. Situar el origen del problema no es reducirlo.
El país no puede pararse a costa de congelar o reducir su crecimiento en materia de infraestructuras, educación o innovación. Eso hace progresar a las personas. El país no crecerá a costa de reducir las inversiones en gasto social que garanticen una posición de fortaleza a los que soportan el frenazo de la expansión económica. Eso estanca. El país no puede preservar el ahorro conseguido, con rigor contable, en la última legislatura para limitar su uso a la protección de intereses concretos sin valor estratégico. Eso no repercute en quien ha generado el ahorro con su esfuerzo: la ciudadanía. El país y sus dirigentes no pueden contagiarse del pesimismo que no resuelve nada y emponzoña mucho.
La diferencia existe y no es pequeña. Unos alimentan la crisis para mejorar resultados. Otros afrontan el papel que tienen para resolver problemas. Unos ven su oportunidad y otros la del país. Me quedo con la ambición de cuarenta y seis millones de personas.