sábado, 18 de octubre de 2008

LA DIMENSION DE LA OPORTUNIDAD

La dimensión de la oportunidad
Reconozco que no seré popular. La crisis que soportamos, las consecuencias de su incierta magnitud, la imprecisión que acompaña al vértigo de los acontecimientos nacionales e internacionales, y el dislate de quienes, como siempre, asustan a mayores y pequeños a la menor ocasión, bajo la premisa de “cuanto peor, mejor”, no impide tomar distancia para extraer alguna conclusión positiva de esta evidente mala situación que sirva para el futuro. Como ya he compartido otras veces, es mejor detenerse en la oportunidad.
En primer lugar, la salida de la crisis no es rápida. Requiere determinación con una planificación previa. Precisamos adoptar medidas que alivien a corto plazo pero que no sofoquen a medio y largo. Se comprende que no es fácil. Desde ese punto de vista, existen dos alternativas básicas, con matices: reducir el gasto público, receta clásica conservadora-liberal, o confirmar que el Estado tiene una responsabilidad que ejercer en la regulación del mercado. Según yo entiendo, ésta es la adecuada.
Esta situación económica tiene una raíz fundamental en el frenazo de un ciclo expansivo económico donde las reglas del mercado libre han sido las únicas en liza. El mercado se autorregula pero, cuando la regulación que se impone a sí mismo es errónea, los actores económicos preservan su beneficio, bloquean las posibilidades de liquidez de las familias y reclaman recortes en gasto público y flexibilidad en el despido para conseguir el objetivo esencial: hablar de una crisis sin padecerla, que la padezcan otros.
Me rebelo. No comparto una solución a la crisis que reduzca gasto social. Al revés. Reclamo que lo público comparta, y lidere, el esfuerzo de la ciudadanía profundizando en una reforma fiscal que recompense a las familias trabajadoras, la gran clase media de esta sociedad interclasista, mediante una reducción y simplificación de su carga fiscal. Defiendo que los gobiernos asuman un papel protagonista para generar oportunidades de empleo a través de las infraestructuras y promoción de vivienda pública. Creo en las políticas que faciliten la inversión de capital, haciéndola atractiva, premiando a quienes arriesgan, son innovadores, se quedan y crean empleo y gravando a quienes descapitalizan nuestro tejido productivo.
Confío en la fortaleza de las ideas. Prefiero la audacia a la queja y el trabajo riguroso al dato de última hora. La dimensión de esta crisis es incierta pero la oportunidad del reto de superarla es histórica.

No hay comentarios: