sábado, 8 de diciembre de 2007

EL VALOR DE LA REPÚBLICA: A PROPÓSITO DE LA CONSTITUCIÓN




A uno y otro lado de esta entrada, dos portadas de tremenda importancia: la Constitución republicana del 31 y la vigente Constitución del 78, cuya aprobación en referéndum celebramos estos días.
En muchos pueblos se está aprobando un manifiesto en favor de la República, la tercera. Desde mi sentimiento republicano, y mi consideración política y personal a favor de la instauración ideal de una República en mi país, considero que es un error estratégico.
El sector de la sociedad, y de la clase política que alimenta la radicalización extremista, que ataca furibundamente cualquier avance social alcanzado desde una óptica progresista no debe tener una excusa en esa petición, de todo punto legítima. Defiendo el ideal republicano pero lo defiendo hasta el punto de garantizar antes los valores - eso que ahora se llama con acierto republicanismo cívico - antes que la propia forma republicana. Ojalá pueda ver algún día la República, pero de todos: no quiero una República instalada exclusivamente por un sector de la sociedad y de la política. Quiero una República inclusiva y potente. Por ello celebro una Constitución que ha convertido un país-páramo de derechos en otro que los garantiza y promociona. Más allá de la monarquía, ser republicano no puede limitarse a la República.
EL VALOR DE LA REPÚBLICA

La Constitución Española consagró la Monarquía como forma política del Estado Español. Esta etapa democrática, más allá de la infeliz expresión que confunde la verdadera forma política del Estado – democracia – con la manera de articular su jefatura, ha dado frutos y se mostrado flexible para que todos quepamos en este complejo país; es un buen instrumento. Los constitucionalistas americanos dicen que una constitución no debe tener una vigencia superior a una generación para evitar desenganches afectivos y responder a los cambios sociales. La nuestra ha tenido dos reformas, la que permite el sufragio a los ciudadanos comunitarios y de otros países en función de acuerdos y la abolición total de la pena de muerte. Más allá de eso, el Tribunal Constitucional, cuya crisis es vergonzosa, ha adecuado el texto a los tiempos y las tensiones.
Yo no voté la Constitución por edad ni pude definirme sobre las cuestiones que incluía. Tengo un sentimiento republicano que se explica desde una concepción estrictamente demócrata: es la elección popular en cualquiera de sus formas la que legitima el ejercicio del poder. De cualquier manera, reconozco que la historia de nuestro país ofrece recetas originales para la superación de los conflictos. Un Jefe del Estado que asumió por las leyes de la dictadura todo el poder del dictador, a quien sucedió, utilizó ese poder conferido para entregarlo a su dueño: el pueblo. La legitimidad democrática, que se ganó con el ejercicio del cargo, superó la ausencia de legitimidad de origen que le acompañaba.
La Monarquía constitucional no está en cuestión actualmente. Concita un apoyo importante de la opinión pública y ha servido eficazmente al país en el mayor período de estabilidad, crecimiento y desarrollo democrático de nuestra historia reciente. Cuando un extremo de la sociedad tensiona intentando monopolizar los símbolos del Estado y otro plantea la alternativa a esa patrimonialización poniendo en cuestión las instituciones del país no es un buen momento para hacer cambios. La discusión sobre la forma política que acoja la jefatura del Estado resulta tremendamente menos importante que la garantía del modelo de convivencia que se postule para el país. Los modelos de Estado no se construyen sobre la exclusión sino sobre la integración. No es la forma de Estado la que resuelve los problemas de los ciudadanos sino los valores de ese Estado, y su ejercicio y garantía, los que contribuyen a solucionarlos.
La evocación a la República es una reflexión democrática de carácter práctico y también emocional. Nada es más democrático que reivindicar su papel crucial para la democracia. Nada hay más republicano que preservar los valores en que se asienta, que es lo verdaderamente importante. La defensa del valor de la República cabe en la Monarquía mientras que la forma política del Estado sea la democracia.





5 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades por el artículo del sábado pasado!
Un acierto redondo
Saludos

RICARDO VERA dijo...

Gracias Mégara por tus comentarios. Me alegro de que te gustara. Considero que la virtualidad de ser republicano y desear que llegue una tercera y definitiva República no se pone en riesgo por hacer uan lectura correcta de la historia reciente del país y del momento presente. Impulsar los valores republicanos clásicos (libertad, igualdad, fraternidad - a mí me gusta añadir también la referencia eudemónica de Jefferson: la búsqueda de la felicidad)es tan republicano o más que basar una estrategia política en la denominación de un país. Me gusta este Reino de España tan republicano.

Anónimo dijo...

no sabias que fueras tan choni

Anónimo dijo...

Como buen político, al final en tu artículo no has dicho nada, al contrario que Mégara opino que éste no es tu mejor artículo, se trata de un "ni sí ni si no, sino todo lo contrario"...todos contentos y no te mojas nada, pura demagogía. El final ha quedado muy bonito, memorable, pero no te defines ni hablas claro. Cuando estabas en la Facultad hablabas muy tajante en ese sentido y decías "no se concibe que en las puertas del siglo XXI no haya una Democracia pura como en Alemania o en Francia en la que el Jefe de Estado sea elegido por mérito y capacidad y no por el simple hecho de la sangre(...)" así se lo dijiste a la entonces profesora Carmen Calvo en clase. Al margen de que todos evolucionamos con los años, en ideas y en canas, el estar ya metido en faena en la clase política parece convertir a los hombres en seres más acomodaticios y más cuidadosos en sus diálogos, digamos "políticamente correcto" si no, no me lo explico...
Por favor, más sinceridad y mójate, sólo tienes 33 años!!!!!

RICARDO VERA dijo...

Gracias Isidora por tu comentario.
Discrepo de tu opinión. Soy republicano y digo en el artículo con claridad meridiana eso mismo y que no concibo otra forma más democrática. Sospecho que todos y todas hemos cambiado desde la Facultad pero no escribo desde una posición acomodaticia. Sostengo que es más importante ser republicano y comportarse como tal (me permito recomendarte los escritos de Republicanismo de Philipp Petit) que pelear sólo por una forma de organizar la Jefatura del Estado. En "La bandera del patriota" o en "¿Y si fuera jueves?" ya he sostenido esta línea argumental. Guardo en mi mente y en mi deseo las estrofas del Himno de Riego pero no creo que actualmente la reivindicación concreta de la República añada algo al republicanismo cívico que disfrutamos.
Carmen Calvo fue mi profesora de Político en 1993: la discusión teórica a que haces referencia la hemos mantenido desde entonces en varias ocasiones más y ambos hemos defendido lo mismo que en aquella ocasión, sólo que gracias al paso del tiempo, con más "ideas y canas", la hemos enriquecido. Corremos el riesgo de construir sobre la exclusión y esa no es una buena conducta republicana.
Efectivamente son 33, gracias de nuevo y saludos. Nos leemos.