sábado, 1 de noviembre de 2008

BARACK OBAMA: TIEMPO DE ESPERANZA

Barack Obama: tiempo de esperanza

Es definitivamente la hora del cambio en América y ese cambio nos traerá al resto la tranquilidad de una administración más digna que la ha dirigido el país más poderoso del mundo los últimos ocho años. Es fundamental para los Estados Unidos elegir la esperanza que Obama representa frente a una concepción de gestión pública donde la economía se valora exclusivamente por la ley del mercado y sostiene una postura internacional fundamentalmente belicista y unilateral.
Los demócratas tienen la ilusión de recuperar el gobierno de su país, tras la derrota de Kerry en 2004 y la vergonzante no-derrota de la mejor oportunidad perdida de ese país en las elecciones de 2000, cuando Gore no alcanzó los votos electorales precisos para convertirse en el sucesor de Clinton. Esa ambición la compartimos millones de ciudadanos en todo el planeta. Estoy convencido de que un presidente demócrata entonces habría contribuido a diseñar una estrategia mundial bien diferente de la que heredará Obama. La “historia de la infamia” que Roosevelt invocó tras el bombardeo japonés de Pearl Harbour, reutilizada por Bush el 11-S, ha aumentado algunos capítulos con el gobierno del peor presidente de los EE. UU, hasta donde la memoria alcanza: la invasión ilegal de Irak, la inhumana consecuencia de Guantánamo, la intolerable visión ultraliberal de la economía, la insoportable concepción teocon de la política, el desprecio al multilateralismo, y tantas otras villanías infringidas en el concierto internacional, han de pasar factura a un modo de hacer política que merece no sólo ser derrotado sino urgentemente desterrado.
Obama plantea un contrato social entre dos partes: el pueblo americano y su gobierno federal. Esto es lo que se juega pero la partida tiene unas implicaciones más allá de la frontera que marca el ámbito de ese acuerdo. El líder de los Estados Unidos tiene una responsabilidad primera antes sus electores pero además, una vez investido presidente, debe ejercerla ante el resto del mundo, con sus aliados y con los que no lo son. El próximo presidente de los Estados Unidos de América tiene que recomponer la cara amable de un país al que Bush ha hecho antipático.
Barack Obama ha dicho que no será un presidente perfecto. Habrá políticas que no compartamos pero es vital volver a contar con Estados Unidos desde el respeto. La historia reciente tiene una cita pendiente: el cuatro de noviembre es el tiempo de Obama; llega el cambio, vuelve la esperanza.

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