sábado, 8 de noviembre de 2008

LA VICTORIA DE ANN


La victoria de Ann

La campaña americana nos ha dejado imágenes sensibles y asombrosas; discursos para la Historia que nos han mostrado cómo los candidatos han significado sus posiciones apoyándose en una forma de proponer sus valores para convencer al electorado muy pegada a la tierra, muy comprensible para la mayoría a la que se dirigían.
El candidato perdedor, cuyo discurso de aceptación de la derrota ha sido probablemente el mejor de su campaña, canalizó el mensaje central de sus propuestas a través de una persona real al que se le otorgó, por virtud de la repetición, una celebridad escasamente productiva para los intereses republicanos. Joe el fontanero representa una parte importante del universo político estadounidense, receptora de una tradición sostenida en la individualidad por encima de la colectividad: el poder de la persona preservado frente al del Estado. Ese postulado se exageró desde el reaganismo, cuando se afirmó contundentemente que el gobierno no era la solución, sino el problema. Joe, ni tan fontanero ni tan inocente exponente de esta concepción conservadora, se convirtió en el estilete de la estrategia de McCain contra Obama. El presidente electo respondió al envite reforzando el argumento central de su política: el cambio también llegaría a los fontaneros.
La noche de la victoria regaló al mundo un discurso que glosaba la ambición de una generación, hambrienta de liderazgo político, y apareció otra persona real. El ganador de las elecciones reflejó su gratitud hacia los millones de votantes que depositaron en él su confianza en la figura de Ann Nixon. El relato de más de un siglo, encarnado en esta mujer negra de Atlanta, conmovió a su auditorio entregado y feliz. Recordó que el país que Ann ha visto padeció la esclavitud de seres humanos, la reconstrucción social tras la Gran Depresión y las guerras y la segregación racial para que en 2008 una mujer de 106 años depositara su ilusión, en forma de voto electrónico en una cabina, para conducir al país que tanto la hizo sufrir hacia el cumplimiento de su sueño americano.
La alegría de millones de personas en los Estados Unidos y en el resto del mundo contagia de optimismo al impulso de una nueva forma de practicar la política. No sólo ha ganado Obama: Ann ha perseguido la felicidad a lo largo de su vida. Su búsqueda es un derecho fundacional en su país. Muchos tenemos un sueño: la solución que aporta el futuro gobierno de Barack Obama tiene la obligación moral de aproximar su conquista.

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