domingo, 6 de julio de 2008

DE LA CRISIS A LA OPORTUNIDAD

De la crisis a la oportunidad
No me conformo. No me da igual que intenten convencernos de que sólo hay un modelo posible para superar este bache. No me parece razonable que nos digan que no hay diferencias ideológicas para enfrentar lo que tenemos que hacer. No me vale que intenten que sostengamos que la economía sólo puede solventar sus problemas desde las recetas liberales que proponen reformas estructurales a soportar por los que menos tienen.
Parece que el problema fuera semántico, casi estético. Resulta ridículo que utilizar el término crisis, en lugar de otros que pueden afinar mejor el concepto, sea la solución al problema. Es absolutamente esperpéntico que después de pedir que se reconozca que esta situación que atravesamos es una crisis, no se proponga nada para paliarla. La verdad es que sí que se proponen cosillas: reducir impuestos y disminuir gasto social, vistiéndolo de austeridad, para lanzar proclamas catastrofistas de lo mal que va todo, pensando en el fondo que cuanto peor, mejor. La cantinela repetida del mundo conservador, recetas manidas de viejos gestores.
Coyuntura. Asunto esencial de esta situación. No atravesamos un buen momento. A nadie se le escapa que las causas de este fenómeno temporal hunden sus raíces en un cúmulo de circunstancias globales, internacionalizadas, muy ligadas a la escasa liquidez general para asumir el elevadísimo coste del petróleo. ¿Supone alguna dejación de responsabilidad interna afirmar esto? Según yo entiendo, no. Situar el origen del problema no es reducirlo.
El país no puede pararse a costa de congelar o reducir su crecimiento en materia de infraestructuras, educación o innovación. Eso hace progresar a las personas. El país no crecerá a costa de reducir las inversiones en gasto social que garanticen una posición de fortaleza a los que soportan el frenazo de la expansión económica. Eso estanca. El país no puede preservar el ahorro conseguido, con rigor contable, en la última legislatura para limitar su uso a la protección de intereses concretos sin valor estratégico. Eso no repercute en quien ha generado el ahorro con su esfuerzo: la ciudadanía. El país y sus dirigentes no pueden contagiarse del pesimismo que no resuelve nada y emponzoña mucho.
La diferencia existe y no es pequeña. Unos alimentan la crisis para mejorar resultados. Otros afrontan el papel que tienen para resolver problemas. Unos ven su oportunidad y otros la del país. Me quedo con la ambición de cuarenta y seis millones de personas.

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