domingo, 11 de noviembre de 2007

LOS GOBIERNOS LOCALES: EL VALOR DE LA PROXIMIDAD


Acabo de regresar de Madrid, donde he asistido como invitado a la novena Asamblea General de la FEMP. Ha sido una experiencia interesantísima compartir con muncipalistas de toda España y de todo el arco político ideas, iniciativas y planteamientos sobre el pilar del Estado que son los Ayuntamientos. Unos debates fructíferos han dado lugar a muchas resoluciones importantes que fijan un camino exitoso por transitar. Mi admirado Pedro Castro, alcalde de Getafe, ha sido elegido Presidente de la FEMP en la asamblea por más de quince mil votos. Su adversaria de la candidatura patrocinada por el PP, Regina Otaola, alcaldesa de Lizartza obtuvo más de once mil y será la vicepresidenta de la organización. Me quedo con la idea que ha señalado Pedro en sus discursos: hay que hacer lo que se debe, aunque se deba lo que se hace. De este invento tan genial que es la democracia local sabe un rato. En 25 años que lleva siendo alcalde lo díficil ya lo ha hecho; lo imposible, tarda un poco.

La fotografia del nuevo presidente de la FEMP, Pedro Castro, la publica "El País" en su edición digital de hoy. Es de EFE.
La casa de la ciudadanía


España se gobierna desde planos distintos. Está el plano del gobierno central, el de los gobiernos autonómicos y los gobiernos locales. Además un cuarto plano sobrevuela todos ellos: el europeo. Todos atienden desde sus esferas necesidades globales de la gente y yo creo que, a pesar de los fallos del sistema – técnicamente complejo –, intentan afrontar las soluciones a los problemas con honestidad y capacidad.
De todos los campos donde operan los actores que deben dar soluciones a los conflictos desde las instituciones, hay uno que es particularmente importante: el gobierno local. Toda la ciudadanía, sin excepción, está vinculada a los ayuntamientos. Unos ocho mil municipios gestionan directamente los intereses de las personas por lo que se hace cierto lo que se predica de ellos: son la administración más cercana. Resuelven con voluntad, imaginación y criterio los conflictos que se le presentan. Si a esto añadimos que los recursos que manejan son ínfimos y que a su escasez acompañan una presencia pública permanente de los representantes que los dirigen en ámbitos relativamente pequeños, la labor de los gobiernos locales, con independencia de su color, alcanza cotas heroicas.
He conocido, y conozco, muchas personas que han dedicado lo mejor de su tiempo a la actividad pública en los ayuntamientos. Los veo luchar y trabajar para conseguir fondos, inversiones, infraestructuras e intentar mejorar la condición de vida de sus vecinos. He podido admirar la labor de los que sin tener posibilidades reales de hacerlo han transformado sus municipios, particularmente en Andalucía, haciendo de sitios sin alma espacios con vida. Sospecho que sin aquel afán hoy no nos sería posible disfrutar de lo que tenemos, aun con sus carencias. Al principio de la democracia que vivimos, un puñado de mujeres y hombres con la ambición del progreso de los pueblos asumieron la responsabilidad de dirigir la cosa pública de las cosas que importan. Supieron entender que en un municipio todo lo que ocurre es de tu incumbencia aunque no sea de tu competencia. Hicieron, desde todas las posiciones políticas, bandera de democracia.
El gobierno local, que no es sólo administración, sino verdadero centro de poder – que sirve para cambiar a mejor las cosas – debe aprender de aquella etapa. Por no tener, no tenían ni tiempo para quejarse y lograron que sus ayuntamientos fueran las casas de la ciudadanía. Podrán fallar los recursos, pero nunca podrá equivocarse el método: el único camino es profundizar en el espacio democrático de la participación.

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