viernes, 22 de mayo de 2009

UNA CUESTIÓN EUROPEA

Una cuestión europea
En un mes, nueva convocatoria electoral. Es importante que sepamos discernir la importancia que tiene poder decidir porque nos enfrentamos probablemente a la peor coyuntura económica desde los años treinta del pasado siglo. Se han destruido en Europa diez millones de empleos y eso conlleva consecuencias dramáticas para los ciudadanos de la Unión.
Inevitablemente, las elecciones europeas van a discutir temas internos de cada país. No obstante, a pesar de los múltiples intentos que existirán para obviar el debate europeo y sustituirlo por uno estrictamente nacional, es necesario que situemos la cuestión que se dilucida en sus justos términos: en Europa urge un cambio de rumbo.
El liderazgo que ejerce Europa en el mundo es muy pobre actualmente. No hay altura política que permita distinguir, con voz firme, una posición común en temas esenciales para la humanidad. Esta crisis de liderazgo, de personas y de ideas, se agudiza cuando se compara con el impulso nuevo y contundente del otro lado del Atlántico con la figura de Obama. Asumo que nuestro sistema no generará ningún Obama europeo, porque la Unión no es un solo Estado, ni parece que lo vaya a ser, pero no puedo renunciar a la práctica de políticas globales en la Unión, coherentes con los postulados de reforma económica y social que chocan con el movimiento neocon, desterrado en los Estados Unidos pero vigente en la Unión Europea. Hay que cambiar la relación de fuerzas políticas en la UE.
Es inaplazable establecer un plan de recuperación para Europa que pare la sangría de puestos de trabajo y lo haga protegiendo derechos sociales. La receta de la reforma que debe imponerse es simple: los países que formamos la Unión debemos tener un único sistema socioeconómico, el que más empleo genere con mayor protección social. Eso implica obligadamente un cambio de rumbo.
La nueva voz europea que surja de las elecciones tiene que ser fuerte. No hay posibilidad de un nuevo liderazgo sin una institución robusta y esto se consigue con las urnas en democracia. Si la ciudadanía no participa en la elección de sus representantes, no podremos iniciar el camino de recuperación económica de toda la Unión y además dejaremos el peso político de Europa en manos de verdaderos euroescépticos con una conclusión evidente: tendremos aún menos espacio en el mundo.
Recuerdo que Europa permitió a nuestro país abandonar definitivamente el ostracismo en 1986. Europa fue una cuestión española. Es el momento de devolver el impulso recibido entonces.

No hay comentarios: