viernes, 22 de mayo de 2009

CAMBIO DE TIEMPO

Cambio de tiempo
La derecha andaluza ha adornado la toma de posesión de Griñan como presidente andaluz con un argumento esperpéntico: carece de legitimidad. El cambio de tiempo político que Andalucía ha inaugurado, cuya dimensión histórica es obvia, con independencia de la carga ideológica que se le quiera otorgar, no ha sido percibido por el partido de la oposición en el Parlamento andaluz como la oportunidad que tiene de arrimar el hombro para superar esta difícil coyuntura que atravesamos. Al contrario, su comportamiento es una desfachatez, con perdón del posible retintín.
Nuestro sistema democrático otorga escaños parlamentarios a los partidos políticos que concurren a las elecciones en los Parlamentos. Es el Parlamento la institución que elige al Presidente de entre sus miembros. Sostener un discurso que niega o reduce legitimidad a un diputado para alcanzar la presidencia supone exportar peligrosamente una idea de relajación democrática, una suerte de disminución en su práctica, que no es cierta. Lo penoso es que se convierta además en la idea fuerza de la alternativa política que el PP pretende representar. Esto alimenta el caldo de cultivo donde crecen posiciones antidemocráticas, que siguen existiendo en nuestro país y que parecían estar apaciguadas en el vasto proyecto de los conservadores españoles, uno de cuyos méritos es haber devorado la presencia pública de la ultraderecha latente.
El Parlamento andaluz es depositario de la soberanía popular en este territorio. La soberanía se cuantifica numéricamente en las personas que nos representan en su sede. Esta elección a favor de un diputado del partido que ganó, de largo, las elecciones es tan legítima como la que se produjo en Castilla y León con Lucas, y después con Herrera, la de Camps en Valencia, la de Ardanza en Euskadi, como lo fue que operase la mayoría parlamentaria para situar a Valderas en la presidencia de la Cámara andaluza o la que ha servido a Quiroga para presidir el Parlamento vasco. Este discurso incendiario es rehén de una estrategia equivocada: utiliza una doble vara de medir y evidencia que la posición rezagada de la derecha en Andalucía tiene plena justificación.
El presidente afirmó que no considera ninguna idea moralmente superior a otra. La receta que invocó, reivindicando la política desde la humildad, ha recibido respuesta desde la arrogancia que viste la estupidez, porque dañar la credibilidad democrática de nuestro sistema no es precisamente inteligente.

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