lunes, 2 de febrero de 2009

CIUDADANÍA Y RELIGIÓN: DOBLE RASERO

Ciudadanía y religión: doble rasero

La sentencia del Supremo sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía me ha devuelto a la mente una situación que viven muchas familias que optan porque sus hijos no asistan a clase de religión y han de sumarse necesariamente a la tan difusamente conocida como alternativa.
Muchas familias mantienen la opción de que no se reciba formación religiosa en el colegio. Sopesan la conveniencia de dicha decisión en tanto que asumen que son sus hijos los que tendrían que abandonar el aula donde normalmente se realizan sus actividades, con independencia de la criticable opción educativa por parte de los centros que ello comporta; del mismo modo, son esos niños los que - en un tiempo presumiblemente corto - suelen preguntar por qué dejan sus aulas, de forma que los padres se someten a la obligación de buscar una explicación convincente de modo que sus hijos no perciban en lo más mínimo carga negativa alguna con respecto a su decisión, sus compañeras y compañeros, educadores o al colegio mismo. Es una decisión meditada y difícil. Sin duda, resulta más fácil optar por lo corriente, aun sin convicción, porque evita estos problemas. En multitud de casos, habría evitado también las más o menos veladas sugerencias e intimaciones para que los niñas y los niños acudan a las clases de religión y comentarios más o menos afortunados acerca de la discriminación a que se exponen.
Mientras el debate en el Estado se ventila a propósito de la impartición de la asignatura Ciudadanía y la objección ante la misma porque es, desde esos puntos de vista, adoctrinamiento, no hay un contenido claro del tiempo de la alternativa a religión, adoctrinamiento concreto y sin paliativos, para el que además no cabe la objección sino la opción por otra actividad que llene ese tiempo, normalmente muerto.
Las familias que optan para que sus niñas y niños no den religión en este país aconfesional lo hacen porque tienen derecho a optar, no a objetar. Y optan consecuentemente sabiendo que esa elección plantea los inconvenientes que se han señalado y otros. De cualquier modo, los dan por justificados como precio, caro, de su opción. El problema es que no tendrían por qué optar.
Respeto el derecho a recibir formación religiosa de quien así lo decida en la escuela pública, aunque lo combato. No es objetable el hecho de que una formación laica en el país es posible sólo en determinadas condiciones para muchas familias que así lo deciden. Y no sirven al mal. Es posible que esto se explique en Ciudadanía.

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